Detalle hamaca del Restaurante Al Cielo
¿Alguien pensó alguna vez que la entrada al cielo sería así?
No hay llaves de oro y plata ni está San Pedro esperando a que lleguemos, todo lo contrario, la pericia a la hora de conducir por terrenos pedregosos y de saber guiarse con escasas señales de dirección, es lo que a uno le hará llegar a este rincón ubicado en Aposentillo, a media hora de Chinandega, población deNicaragua.
Se trata de un restaurante regentado por franceses que movidos por su amor al surf dieron a parar a este recóndito lugar, del que poco o nada se habla en las guías de viaje.
Cuando el viajero pasa ese letrero pintado de azul y blanco lo que se encuentra es un paraje donde el blanco deja lugar al verde de las montañas y el azul pintura cambia a un tono más natural gracias al cielo y el mar. Es entonces cuando se ha llegado Al Cielo.
Un puñado de cabañas para alojarse y un restaurante conforman este lugar, todo muy cerquita de la playa, lugar donde los chicos de Al Cielo también ofrecenclases de surf, paseos a caballo o en lancha, incluso la posibilidad de jugar al petanque, que tal y como explican: “es un juego francés que se juega con bolas de metal que tiene que acercar a una chiquita bola de madera. Hicimos una cancha aquí con ramada de tejas y un banco. Se puede jugar a cual quiere edad, es divertido y amistoso. Si nos ganas en nuestra cancha, te ofrecemos un coctel!!!!”
Aunque si lo único que se quiere es ir a comer, estos franceses preparan unos platos deliciosos. Tomando la materia prima del país: pollo, res, curvina, cerdoo langosta, transforman el producto en un delicioso platillo con mucho toque galo. Todos sus platos llevan una porción de ratatouille y salsa. ¡Qué salsas! Deliciosas y ligeras.
El plato de langostas en salsa de mantequilla no está disponible en la carta por lo que si alguien desea degustarlo será necesario llamar con antelación para que capturen las langostas y os las cocinen. De todos modos, lo que ofrecen en la carta es igualmente delicioso.
Definitivamente Al Cielo es uno de esos rincones casi secretos, ahora menos, a los que merece la pena llegar, ya sea por la comida, el paisaje o el buen rollito de los dueños.
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