En la época de la colonización española, El Realejo, entonces llamado “Puerto de la Posesión” era el sitio de mayor movimiento comercial en Nicaragua, enormes barcos atracaban y los europeos iban y venían en el afán de saqueo.
Este fue el primer establecimiento español en el país y segundo puerto en tierra firme del continente americano, que estaba bajo la jurisdicción de la ciudad de León.
Datos históricos registran que el descubridor del sitio fue Andrés Niño, uno de los hombres de Gil González Dávila, quien el 27 de febrero de 1522 llegó hasta el lugar.
Casi un siglo después, en 1613, el padre Antonio Vásquez Espinoza pasó por la ciudad, como solían hacer los viajeros en su destino a Perú y notó que no había iglesia, ni convento en aquel puerto comercial, por lo que de inmediato hizo la petición para la construcción de los mismos.
Fue así que entre 1639 y 1640 se instaló el Convento San Antonio, para ese tiempo ya el catolicismo hacía eco en El Realejo, pues años atrás (1562) Pedro Zepeda de Ahumada, hermano de Santa Teresa de Ávila, había llegado a Nicaragua cargando una imagen de la Virgen María, que le había obsequiado su hermana y que por designios divinos terminó quedando en el país y dio origen a la gran celebración mariana.
La leyenda dice que don Pedro iba para Perú pero una marejada, que casi lo deja sin vida, lo empujó para el puerto. “Cuentan que cada vez que este hombre quería hacer viaje para allá, el cielo se ponía bravo, las mareas subían y no podía viajar. Murió el señor en su intento y la virgen fue llevada a la Basílica de El Viejo, y ahora es nuestra Virgen del Trono”, cuenta Guillermo Alvarenga, poblador del El Realejo.
Tesoros y maldiciones
Debido a un incendio y un huracán ocurridos entre los años 1647 y 1648, el Convento de El Realejo fue destruido y luego levantado de nuevo por orden del rey.
Para esta época ya la Villa de El Realejo estaba bien ubicada en el mapa, la función del puerto era meramente comercial y por sus aguas pasaban valiosos cargamentos de monedas de oro, plata y bronce.
Después de su recons
trucción el Convento fue nombrado San Francisco y fue ahí donde según cuentan parte de esta riqueza fue a parar entre túneles secretos y escondrijos diversos.
“Ese túnel profundo iba a dar a donde hoy se encuentra la iglesia Santiago. Yo he visto esas profundidades y, aunque nunca nadie ha encontrado más que unas cuantas monedas; es ese tesoro manchado de sangre indígena, lo que no deja al pueblo prosperar”, asegura Ángel Urbina, quien ha dedicado gran parte de sus 33 años a una búsqueda incansable de estas riquezas.
El Convento fue atacado por piratas, según reza un escrito donde hoy quedan sus ruinas. Famosos corsarios como Jhon Davis, Bartolomew Sharp, Edward Davisy William Dampier pisaron suelo chinandegano y se llevaron cuánto pudieron.
Las estructuras del templo fueron desmoronándose desde el año 1800. Sin embargo, como las leyendas de tesoros escondidos aún merodeaban el sitio, un alemán llamado Julio Balcke compró el terreno a la iglesia en cuatro mil córdobas el año 1823, según datos que aparecen en la Historia eclesiástica de Nicaragua, de Edgard Zúniga.
Este saqueo que también se volvía constante en otras ciudades de Nicaragua, obligó a los españoles a abandonar este puerto, que estuvo en funcionamiento hasta el año de 1858, cuando el presidente Martínez, viendo el declive del mismo y sabiendo la importancia de nuevos puertos decidió trasladarlo a Punta de Icaco, en la Bahía de Corinto.
EL BURDEL DE LAS PEDRARIAS
Otra de las maldiciones que ha marcado la historia de los pobladores de El Realejo, es el burdel de las Pedrarias. Hoy aún existe la base de aquella casa, ubicada a unos cien metros del astillero del puerto, donde la hija del gobernador Pedrarias Dávila, usaría a jóvenes indígenas y las obligaría a prostituirse.
El Gobierno de Nicaragua estaba bajo el mando de Rodrigo de Contreras, esposo de María Peñalosa, y por lo tanto yerno Pedrarias Dávila. Los vecinos españoles acusaban a Contreras de acaparar las encomiendas de la provincia y repartirlas entre él, su esposa e hijos; por esta razón enfrentó juicios ante la Corona española.
Pero además de esto, a Contreras y a su esposa se les acusó de tener el negocio ilegal de vender indias a los marineros para que ellos hicieran “sus oficios” y luego las desecharan. Y aunque la familia fue enjuiciada y María Peñalosa enfermó de sífilis y nunca volvió a Nicaragua, los pobladores dicen ver en las calles a uno de sus más fieles esclavos, que aún sigue buscando a las bellas doncellas para llevárselas a su ama.
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